El tema del canje de prisioneros siempre ha sido central en el conflicto árabe-israelí. Pero el acuerdo de intercambio entre el soldado Gilad Shalit y 1,027 reos palestinos es histórico en más de un sentido.
La liberación del soldado de 25 años, Gilad Shalit, el martes por más de mil prisioneros palestinos, algunos de ellos con varias décadas tras las rejas en cárceles israelíes, supone el octavo intercambio aceptado por Israel desde 1974. Pero si la mayoría de los israelíes capturados hasta ahora lo habían sido en Líbano, Gilad Shalit es el primero en haber sido detenido en territorio palestino y en haber sido objeto de una negociación directa entre Israel y grupos palestinos que no viven en el exilio. Nunca, por otro lado, un soldado israelí había regresado vivo a Israel desde 1967.
El acuerdo es también el más “generoso” en la historia de los canjes entre el Estado israelí y sus vecinos árabes, en una relación de mil palestinos por un israelí. Supera al de 1983, que terminó en plena guerra del Líbano con la liberación de 4,500 prisioneros árabes a cambio de seis israelíes.
Por último, nunca antes la captura de un israelí había estado acompañada de una campaña de prensa tan intensa al nivel internacional. Todos conocen hoy el rostro de Gilad Shalit. Tampoco pasó desapercibido para nadie el combate de sus padres para hacer presión sobre el gobierno israelí que forzó la admiración, así como la movilización mediática y diplomática de París a Nueva York. Más escasos, en cambio, son los medios que se detuvieron en el perfil de los palestinos presos en cárceles israelíes, considerados como héroes en su campo, y del millar que han servido como moneda de cambio.
Y aunque se felicitó por el intercambio, el líder palestino Mahmud Abas recordó esta semana “en las prisiones israelíes aún queda 5 mil” de sus compatriotas.
La organización israelí B’Tselem, la única que ha levantado un censo autorizado, estimó la cifra en 5,205 presos palestinos en agosto anterior. Pero la asociación civil palestina Addameer contó 5,554 en junio. Una cifra en fuerte descenso si se la compara con los casi 10 mil detenidos en la primera Intifada, la rebeldía popular de 1987-1993.
A la vez, la evolución de la población carcelaria muestra que la captura de Shalit se saldó con un aumento instantáneo de arrestos de palestinos.
El 28 de junio, dos días después de su captura en la frontera entre Gaza e Israel, este país lanzó la operación Lluvia de verano con saldo de cientos de muertos palestinos y encarcelados. Varias decenas de diputados del gobierno de Hamas, en Gaza, fueron arrestados, de los cuales 15 aún siguen presos, según Addameer.
Al no estar disponibles las cifras de febrero-junio de 2006, es difícil medir el impacto exacto de la operación en la cifra de presos. Sólo se puede constatar que en un año (enero 2006-enero 2007), el número de presos pasó de 5,100 a 9,100.
Sobre los 5,204 detenidos censados en agosto, 272 están en detención administrativa, encarcelados hasta por varios años sin ser juzgados.
“La detención administrativa es la única característica jurídica, con la pena de muerte, que Israel ha conservado de la época del mandato británico en 1948”, destaca Frédéric Encel, especialista en Oriente Medio. “Ella permite a la potencia mandataria encarcelar a cualquier presunto alborotador, sin necesidad de fijar alguna fecha para su proceso.
En agosto, B’Tselem censó a 176 menores palestinos en las cárceles israelíes, de los cuales 31 tienen menos de 16 años. En virtud de los reglamentos militares aplicados en los territorios palestinos ocupados por Israel en 1967 [Cisjordania y Jerusalén Este, N. del T.], Israel considera desde hace mucho como adulto a todo individuo mayor a 16, aun cuando la Convención de la ONU sobre los derechos de los niños, de la cual Israel es signataria, así como su propia ley nacional, fija la mayoría en 18 años. Ante las críticas que provocó dicha disposición, el gobierno israelí terminó subordinándose al derecho internacional. Una enmienda del 27 de septiembre pasado elevó la mayoría de edad de 16 a 18 años.
Los menores permanecen en prisión por un tiempo breve y sin ser juzgados, lo que complica su censo. Según Encel, “se trata a menudo de delitos como arrojar piedras o participar en una manifestación. El objetivo de los israelíes es, evidentemente, mostrarse disuasivos, pero el efecto es el inverso.”
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